Entonces sales de tu habitación y te diriges a la playa, la arena esta fría y tus dedos se hunden en la arena, las olas del mar alcanzan tus tobillos, luego se retiran tímidamente.
Tú de pronto te encuentras caminando solo, cercas de la espuma de mar, que viene y se va, tal vez llevas un reproductor de música o solo escuchas la radio, sintonizando tu música favorita y de fondo el sonido de las olas del mar.
Es el amanecer perfecto, el sol comienza a salir sigilosamente infiltrándose entre los edificios y habitaciones del hotel, donde te encuentras hospedado, observas como la luz del sol atraviesa las hojas de las palmeras y rodea todo lo que hay a su paso con un halito de luz.
Volteas hacia el mar y ves la luna que aun no se esconde, en eso encuentras una viejecita que juega con un papalote y te saluda, a tu lado hay una familia de aves marinas que cada vez que se retiran las olas van los pichoncitos corriendo picoteando su alimento y graciosamente ves como corren huyendo de las olas que regresan, mientras la madre se mantiene sigilosa en el agua. Mientras tanto tú continúas levantando conchas y piedras con bellas formas que el mar te ha dejado a su paso.
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